Este artículo analiza las causas políticas del crecimiento de las desigualdades.
Hay muchísimas teorías que intentan
explicar por qué desde los años ochenta las desigualdades en la mayoría
de países a los dos lados del Atlántico Norte han ido creciendo,
alcanzando su máxima expresión durante los años de la Gran Recesión, es
decir, a partir de 2007. Es importante señalar que, aun cuando las
desigualdades de renta han alcanzado unos niveles sin precedentes
durante estos años, dicho crecimiento se fue acentuando desde los años
ochenta.
Por desgracia, gran parte de los
analistas del crecimiento de las desigualdades se han centrado en causas
económicas – tales como la globalización de la actividad económica o la
introducción de nuevas tecnologías – sin dar suficiente importancia a
las causas políticas, que han sido las determinantes. Y entre ellas, el
conflicto entre las instituciones que promueven y defienden los
intereses del capital, y aquellas que defienden los intereses del mundo
del trabajo, es central. No se puede entender la distribución de las
rentas de un país sin entender el conflicto entre el primero y el
segundo.
Y el hecho de que ello sea así se debe
precisamente a que las mayores fuentes de rentas en cualquier país
proceden o de la propiedad del capital o de las que derivan del trabajo.
De ahí que cuando analizamos la distribución de las rentas sea
importante conocer sus fuentes.
El grupo de personas, en cualquier
sociedad, que deriva la mayoría de sus rentas de la propiedad del
capital (lo que antes se llamaba la clase capitalista, término que ahora
no se utiliza por considerarse “anticuado”) es muy pequeño. No más de
un 1% de la sociedad. De ahí que el movimiento Occupy Wall Street de
EEUU (que se inspiró en el movimiento del 15-M de España) se refiriera a
este grupo como el 1%, expresión que ha venido a sustituir al término
anterior. En realidad, este 1% incluye no solo a los grandes
propietarios del capital, sino a los gestores de ese capital (como por
ejemplo, los banqueros).
¿Por qué el crecimiento de las desigualdades se inicia a partir de los años ochenta?
Si miramos los datos de EEUU, podemos
ver que el 1% con mayores rentas del país pasó de tener el 8% de todas
las rentas en el año 1979, a un 17% en el año 2007. ¿Por qué tuvo lugar
este crecimiento tan notable? ¿Por qué no pasó antes? La respuesta a
estas preguntas son respuestas políticas centradas en el conflicto entre
el mundo del capital y el del trabajo. En EEUU, como en la mayoría de
países de la Europa Occidental, el mundo del trabajo fue adquiriendo
mayor fuerza y poder después de la II Guerra Mundial y, como
consecuencia, las rentas derivadas del trabajo aumentaron hasta llegar a
representar casi el 75% de todas las rentas. Ello determinó una
respuesta del mundo del capital para intentar revertir esta situación.
La elección del Presidente Reagan en EEUU y de la Sra. Thatcher en el
Reino Unido fue el inicio de esta respuesta, aplicándose políticas
públicas – conocidas como neoliberales – que tenían como objetivo
aumentar las rentas del capital a costa de las rentas del trabajo. ¡Y lo
consiguieron! En el año 2012, las rentas del capital habían aumentado
hasta representar el 48% de las rentas totales, mientras que las del
trabajo bajaron a un 52%. Lo que ahora se presentan como causas del
crecimiento de las desigualdades – tales como la globalización y los
cambios tecnológicos – son, en realidad, síntomas y no causas de este
enorme cambio en las relaciones de fuerza entre capital y trabajo. El
hecho de que haya países muy globalizados – como los países escandinavos
– que continúan teniendo salarios elevados y un extenso Estado del
Bienestar, muestra que el punto clave no es la globalización per se,
sino cómo se hace, lo cual depende de la relación de fuerzas en cada
país en la relación entre capital y trabajo. Tanto la movilidad del
capital como el movimiento de trabajadores y/o de puestos de trabajo son
variables políticas que pueden (si hay voluntad política)
influenciarse. Creer que nada se puede hacer frente a factores exógenos
como la globalización es caer en un determinismo económico que, llevado a
sus extremos, conlleva a la eliminación de la democracia, hecho que es
más que sorprendente que haya sido aceptado por fuerzas que
históricamente se consideraron como los instrumentos del mundo del
trabajo. El cambio de la Constitución española, en su artículo 135, es
un ejemplo de ese determinismo económico.
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