¿Reconquistarán su libertad los estadounidenses?
Trump: ¡Basta ya con el 11 de septiembre!
Negándose a revestir la misma casaca que sus predecesores, Donald Trump pronunció un discurso de investidura en el que criticó duramente el Sistema y anunció un cambio de paradigma. El nuevo presidente de Estados Unidos ha conformado su equipo de seguridad alrededor de 2 temas: la erradicación de Daesh y la oposición al 11 de septiembre. Con ello ilustra su intención de poner fin al proceso de globalización.
Donald Trump se convirtió en presidente de Estados Unidos el 20 de enero de 2017. Aunque acababa de prestar juramento, y antes de que tuviese tiempo de hacer absolutamente nada, ni bueno ni malo, los patrocinadores de Hillary Clinton organizaron al día siguiente una gigantesca manifestación en Washington contra el nuevo presidente.
Demostrando que lo que está en juego no sólo concierne a Estados Unidos, manifestaciones idénticas tuvieron lugar en numerosos países, sobre todo en el Reino Unido. Por supuesto, los manifestantes no reaccionaban ante ningún acto en particular sino que se limitan a expresar su angustia. Muchos portaban carteles donde podía leerse simplemente: «Estoy aterrado».
Donald Trump, presentado por sus adversarios como un personaje voluble, carente de línea de conducta, ha dicho desde hace tiempo lo que quiere hacer. Comenzó mostrándolo y después lo dijo de manera simultáneamente alegórica y clara: quiere restituir al Pueblo estadounidense el Poder que le fue confiscado el 11 de septiembre de 2001 [1].
Ya antes de lanzarse en la carrera por la presidencia, Donald Trump trató de abrir el tema del Poder usurpado patrocinando el movimiento a favor de la verdad sobre el nacimiento del presidente Barack Obama [2]. Utilizando el testimonio de la abuela del presidente, y posteriormente el hecho que no existía ninguna huella de su nacimiento en los registros de Hawái, así como de las irregularidades de su certificado oficial, Donald Trump demostró que Barack Obama nació como súbdito de la Corona británica en Kenya.
Sin embargo, durante la campaña electoral, cuando tuvo la impresión de que realmente podía ganar la elección, prefirió cerrar ese tema y evitó a partir de entonces todo tipo de provocación vinculada al presidente saliente. También puso fin a las alusiones sobre la diarquía del Poder y centró su mensaje en la usurpación del Poder real por una camarilla cuya cabeza visible es Hillary Clinton.
Sus posiciones, que parecen carecer de sentido desde la perpectiva de los bandos que tradicionalmente existen en Estados Unidos, ya sea en materia de política exterior –¿es intervencionista o aislacionista?– o de economía –¿está a favor del libre comercio o del proteccionismo?– son sin embargo límpidas para quienes sufren la usurpación del Poder [3].
Trump ha repetido constantemente, de manera lo suficientemente clara como para obtener el apoyo de sus conciudadanos pero de forma bastante alegórica… como para evitar el choque frontal, que todas las decisiones adoptadas desde el 11 de septiembre de 2001 fueron ilegítimas. Y eso nada tiene que ver con el antagonismo entre republicanos y demócratas ya que esas decisiones tuvieron el aval tanto del republicano George W. Bush como del demócrata Barack Obama. Pero sí tiene mucho que ver con una división civilizacional entre la casta que toleró las decisiones vinculadas al 11 de septiembre y quienes sufren las consecuencias de todo eso, entre los adeptos del Puritanismo del Mayflower y los defensores de la Libertad [4].
Al contrario de sus predecesores, Donald Trump escribió su discurso de investidura él mismo y lo centró en lo siguiente:
«La ceremonia de hoy tiene un sentido muy particular, porque no se trata solamente de transferir el poder de una administración a otra o de un partido a otro. (…) Lo verdaderamente importante no es quién tiene el poder en el gobierno sino el hecho que el gobierno esté en manos del pueblo estadounidense.» [5].
- Los generales Michael Flynn, James Mattis y John Kelly.
Desde el primer día, y en contradicción con la tradición estadounidense, Donald Trump implantó un equipo de seguridad nacional que se compone de militares de alto nivel: los generales James Mattis, John Kelly y Michael Flynn. Aunque la prensa los presenta como un montón de personalidades designadas de manera incoherente y sin relación entre sí, ese equipo fue conformado con vista a recuperar el Poder confiscado por una facción del complejo militaro-industrial.
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