09 enero 2014

El poder del Reiki



Varios hospitales ofrecen Reiki para aliviar el dolor con la energía corporal 

 
                            

El reiki es una práctica milenaria que cada día toma más fuerza en nuestro país. Hospitales públicos como el Ramón y Cajal de Madrid, el de Guadarrama y el Virgen de la Macarena de Sevilla, entre otros, ofrecen esta terapia alternativa que restablece el equilibrio del organismo, potencia el sistema inmunológico y la capacidad de lucha ante agresiones químicas.

Basado en la proyección de la energía a través de las manos, el reiki, una técnica milenaria de origen japonés, se va haciendo hueco en la Sanidad pública. En la actualidad, varios hospitales españoles ofrecen el reiki como parte del tratamiento, como el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, el Hospital de Guadarrama, el de Puerta de Hierro, Virgen de la Macarena de Sevilla y San Juan de Dios, son algunos de ellos. No obstante, su implantación aún dista de la existente en otros países como Estados Unidos y Reino Unido, donde se emplea en más de 1.000 centros hospitalarios y está incluido en el Sistema Público de Salud desde hace tiempo.

Beneficios
Según destaca Charo Fernández, maestra de esta disciplina, «sus efectos inmediatos y visibles en los pacientes son relajación muscular, mejora del sueño, disminución de ansiedad y mejora del estado de ánimo». Los expertos destacan que, gracias a esta terapia, se puede aliviar el dolor crónico que genera, por ejemplo, la artritis, el reuma o la migraña. Asimismo, acelera la recuperación de lesiones, y ayuda a calmar el estrés y la ansiedad.

Pero, sin duda, uno de lo mayores beneficios se obtienen en relación al cáncer, porque «reduce los efectos secundarios de la quimioterapia», dice Carmen Ruiz, miembro de la Federación Española de Reiki. Por su parte, Fernández matiza que «potencia la reacción curativa de los fármacos», porque, «restablece el equilibrio en el organismo. Refuerza y activa el sistema inmunológico y, por tanto, la capacidad de lucha ante las agresiones químicas (necesarias para luchar contra la enfermedad)», añade.

En una sesión clásica de unos 45 minutos (en el caso de los enfermos se adapta según su estado, según explica Carmen Ruiz), el individuo, tumbado en una camilla, nota cómo el maestro pone sus manos en diferentes zonas del cuerpo, empezando por la nuca y terminando por la planta de los pies. Doce son las posiciones principales estratégicas que las manos ejercen en zonas en las que residen los centros de energía. «No se manipula al paciente, como ocurre con los masajes. Se posan las manos y se canaliza la energía, que va asimilando el cuerpo», especifica Ruiz.

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