30 julio 2021

La política independiente del Pentágono. Un Estado dentro del Estado. La geopolítica estadounidense contemporánea en un brillante análisis

 

La doctrina Rumsfeld-Cebrowski

Hace 2 décadas que el Pentágono viene aplicando la «doctrina Rumsfeld-Cebrowski» ‎en el «Medio Oriente ampliado». Varias veces se ha planteado extenderla a la ‎‎«Cuenca del Caribe» pero se ha abstenido de hacerlo, concentrando su poderío en ‎su blanco inicial. El Pentágono actúa como un centro decisional autónomo, que ‎de hecho escapa al poder del presidente de Estados Unidos. Es una administración ‎civil y militar que impone sus objetivos a otras fuerzas militares.‎


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Los mapas que el Estado Mayor Conjunto estadounidense elaboró ‎en 2001, publicados en 2005 por el coronel Ralph Peters, aún siguen vigentes, en 2021, a la hora de determinar el accionar de las fuerzas armadas de ‎Estados Unidos.‎

En mi libro La gran impostura [1], yo escribía, en marzo de 2002, que los atentados del 11 de septiembre tenían como ‎objetivo lograr que los estadounidenses aceptaran:‎
- en su país, un sistema de vigilancia masiva –la Patriot Act o “Ley Patriota”–;
- en el exterior, un regreso a la política imperial, sobre lo cual no existía entonces ningún ‎documento. ‎

Las cosas sólo comenzarían a verse más claramente en 2005, cuando el coronel Ralph Peters, ‎quien trabajaba entonces como comentarista en Fox News, publicó el famoso mapa del ‎Estado Mayor Conjunto, mapa que definía el «rediseño» del «Medio Oriente ampliado» (o ‎‎«Gran Medio Oriente») [2]. Aquel mapa provocó gran agitación en todas las cancillerías porque mostraba ‎que el Pentágono planeaba modificar las fronteras heredadas de la colonización franco-británica ‎‎(los Acuerdos Sykes-Picot de 1916) sin apiadarse de ningún país de la región, fuese o no aliado ‎de Washington. ‎

Desde entonces, cada Estado de la región hizo todo lo posible para evitar la tormenta. Pero, ‎en vez de unirse con sus vecinos ante el enemigo común, cada uno de ellos trató de desviar ‎la mano del Pentágono para que golpeara “al de al lado”. El caso más evidente fue el de ‎Turquía, que cambió repetidamente de casaca, hasta dar la impresión de haberse convertido en un ‎perro loco. ‎

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Se enfrentan dos visiones del mundo. Desde el año 2001, el Pentágono ‎considera que el enemigo estratégico de Estados Unidos es… la estabilidad. Pero Rusia estima que la estabilidad es la condición necesaria para la paz.

Pero el mapa dado a conocer por el coronel Peters –quien detestaba al entonces secretario ‎de Defensa Donald Rumsfeld– no permitía entender todo el conjunto del proyecto. Ya en el ‎momento de los atentados del 11 de septiembre, el propio Peters había publicado en ‎‎Parameters, la revista del US Army (las fuerzas terrestres estadounidenses), un artículo ‎‎ [3] donde ‎mencionaba el mapa que publicaría finalmente 4 años después. En aquel artículo, el coronel ‎Peters sugería que el Estado Mayor Conjunto se disponía a convertir en realidad los contornos ‎de su mapa cometiendo crímenes atroces a través de proxis, para no ensuciarse las manos. ‎En aquel momento se podía pensar que serían ejércitos privados, pero la experiencia mostró que ‎estos tampoco pueden implicarse en crímenes contra la humanidad. ‎

La clave del proyecto era la llamada «Oficina para la Transformación de la Fuerza» (Office of ‎Force Transformation), creada en el Pentágono por Donald Rumsfeld en los días posteriores a los ‎atentados del 11 de septiembre. A la cabeza de esa Oficina para la Transformación de la Fuerza, ‎Rumsfeld puso al almirante Arthur Cebrowski. El almirante Cebrowski, reconocido estratega, ‎había concebido la informatización de las fuerzas armadas estadounidenses [4]. Parecía que aquella Oficina debía completar aquel trabajo ‎de Cebrowski, aunque ya nadie se oponía a la reorganización. Pero no era así, la Oficina había ‎sido creada para transformar la misión de las fuerzas armadas estadounidenses y así ‎lo demuestran las grabaciones existentes de algunas de las conferencias que Cebrowski impartía‎ ‎en las academias militares. ‎

El almirante Arthur Cebrowski pasó 3 años impartiendo cursos a los altos oficiales ‎estadounidenses… que hoy son generales. ‎

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El “Medio Oriente ampliado” o “Gran Medio Oriente” no es el único ‎blanco fijado por el almirante Cebrowski. Su estrategia destructiva se extiende a todas las ‎
s no integradas a la economía globalizada. ‎

Lo que el almirante Cebrowski enseñaba en sus cursos era bastante simple:

  • La economía mundial está “globalizándose”. Para seguir siendo la primera potencia mundial, ‎Estados Unidos tendría que adaptarse al capitalismo financiero. La mejor manera de hacerlo ‎sería garantizar a los países desarrollados que podrán explotar los recursos naturales de los países ‎pobres sin obstáculos políticos.

  • Partiendo de esa premisa, Cebrowski dividía el mundo en dos sectores: de un lado, las economías ‎globalizadas –incluyendo Rusia y China– destinadas a ser mercados estables. Del otro lado, ‎todos los demás países, donde habría que destruir las estructuras e instituciones que conforman ‎los Estados, hundiéndolos así en el caos para garantizar a las transnacionales la posibilidad de ‎explotar las riquezas de esos países sin encontrar resistencia.

  • Para lograr eso hay que dividir a los ‎pueblos no globalizados recurriendo a criterios étnicos y se impone dominar en el plano ‎ideológico. ‎

La primera región donde se pondría en práctica esa doctrina sería la zona arabo-musulmana que ‎va desde Marruecos hasta Pakistán –exceptuando Israel y dos microestados vecinos, Jordania y ‎Líbano, que tendrían que evitar la propagación del incendio. Eso es lo que el Departamento ‎de Estado llamó el «Medio Oriente ampliado» o «Gran Medio Oriente». Los contornos ‎no se definieron en función de las reservas de petróleo que allí existen sino de elementos ‎culturales comunes entre sus poblaciones. ‎

La guerra que el almirante Cebrowski imaginaba tendría que abarcar, en un primer momento, ‎toda esa región, sin tener en cuenta las divisiones o alianzas surgidas en la guerra fría. ‎En otras palabras, Estados Unidos ya no tendría amigos ni enemigos. El enemigo tampoco ‎se definía ya en términos de ideología (como la oposición entre capitalistas y comunistas) ni de ‎religión (como en el «choque de civilizaciones») sino únicamente por su no integración a la ‎economía globalizada del capitalismo financiero. Nada podría proteger a quienes tuviesen la ‎desgracia de ser independientes. ‎

Al contrario de las guerras anteriores, destinadas a permitir que Estados Unidos pudiese acaparar ‎los recursos naturales, la nueva guerra pondría los recursos al alcance de todos los Estados ‎globalizados. Estados Unidos ni siquiera se interesaría ya por la captación de recursos naturales ‎sino que tendería sobre todo a dividir el trabajo a escala planetaria y a hacer que los demás ‎trabajaran por él. ‎

Todo eso implicaría cambios tácticos en la manera de hacer la guerra ya que no se trataría ‎ganar sino de imponer una «guerra sin fin», según la fórmula utilizada por el entonces ‎presidente George Bush hijo. Y, efectivamente, hemos visto como todas las guerras iniciadas ‎desde el 11 de septiembre de 2001 todavía continúan actualmente en 5 frentes diferentes: ‎Afganistán, Irak, Libia, Siria y Yemen. ‎

Poco importa que gobiernos aliados interpreten esas guerras según lo que afirman los medios de ‎comunicación de Estados Unidos: no son guerras civiles sino etapas de un plan trazado por ‎el Pentágono. ‎

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Esquire Magazine, marzo de 2003.‎

La «doctrina Cebrowski» sacudió las fuerzas armadas de Estados Unidos. Su asistente, Thomas ‎Barnett, redactó un artículo para Esquire Magazine [5] y luego, para ‎presentarla más detalladamente, publicó un libro titulado El nuevo mapa del Pentágono: guerra ‎y paz en el siglo 21 [6].‎

En su libro, publicado después del fallecimiento del almirante Cebrowski, Barnett se atribuye la ‎paternidad de la estrategia trazada por Cebrowski, lo cual debe ser interpretado sólo como ‎una maniobra del Pentágono para no asumir su concepción. Lo mismo sucedió antes con el ‎‎«choque de civilizaciones» –inicialmente se hablaba de la «doctrina Lewis», un truco de ‎propaganda concebido en el Consejo de Seguridad Nacional para vender nuevas guerras a la ‎opinión pública estadounidense, y fue presentado públicamente por el asistente de Bernard Lewis, ‎Samuel Huntington, como la descripción universitaria de una realidad inevitable. ‎

La aplicación de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski ha tropezado con numerosos escollos, ‎algunos originados en el mismo Pentágono y otros por las respuestas de los pueblos a los que ‎se quería aplastar. Por ejemplo, el almirante William Fallon, fue obligado a dimitir como jefe del ‎CentCom por haber tratado de negociar –por propia iniciativa– una paz razonable con el gobierno del ‎entonces presidente iraní Mahmud Ahmadineyad. La dimisión del almirante Fallon fue provocada ‎precisamente por… el propio Barnett, quien publicó un artículo donde acusaba a Fallon de haber ‎hecho declaraciones injuriosas contra el entonces presidente Bush hijo. En Siria el fracaso de los ‎intentos de destruir el Estado sirio se debe a la resistencia del pueblo sirio y a la entrada en ‎escena de las fuerzas armadas rusas. En el caso de Siria, el Pentágono se ha dedicado ‎últimamente a quemar las cosechas y a organizar un bloqueo comercial para rendir a los sirios ‎por hambre, actos de abyecto revanchismo que demuestran que no ha logrado destruir el ‎Estado sirio. ‎

Durante su campaña electoral, Donald Trump se pronunció públicamente contra la «guerra ‎sin fin» y por el regreso de los soldados estadounidenses a casa. Durante su mandato, Trump logró ‎impedir que el Pentágono iniciara nuevas guerras, también logró repatriar cierta cantidad de ‎tropas, pero no pudo “domar” al Pentágono, que por su parte desarrolló sus fuerzas especiales ‎bajo el modo de «Signature reduction» [7] y logró destruir ‎el Estado libanés sin usar soldados de manera visible. Y ahora el Pentágono está aplicando esa ‎misma estrategia en Israel, donde organiza indistintamente pogromos antiárabes y antijudíos ‎en medio de la coyuntura del enfrentamiento entre el Hamas e Israel. ‎

En varias ocasiones el Pentágono trató de extender la «doctrina Rumsfeld-Cebrowski» a la ‎Cuenca del Caribe. Allí planificó no el derrocamiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro ‎sino la destrucción del Estado venezolano, pero acabó posponiendo la operación. ‎

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Los 8 miembros del Estado Mayor Conjunto estadounidense.‎

Todo nos demuestra que el Pentágono se ha convertido en un poder autónomo. Dispone de un ‎presupuesto astronómico ascendente a 740 000 millones de dólares, o sea el doble del ‎presupuesto anual de todo el Estado francés. En la práctica, el poder del Pentágono se extiende ‎mucho más allá de las fronteras de Estados Unidos ya que también controla el conjunto de los ‎Estados miembros de la OTAN. ‎

Se supone que el Pentágono tendría que rendir cuentas al presidente de Estados Unidos. Pero las ‎experiencias de los presidentes Barack Obama y Donald Trump demuestran todo lo contrario. ‎El presidente Obama no pudo imponer al general John Allen la política que quería aplicar contra ‎el Emirato Islámico (Daesh) y el presidente Trump fue simplemente engañado por el CentCom ‎cuando quiso retirar las tropas estadounidenses del Medio Oriente, específicamente de Irak ‎y Siria. Y nada permite pensar que actuará de otra manera con el presidente Joe Biden.‎

La reciente carta abierta de un amplio grupo de generales estadounidenses retirados [8] es una muestra de que ya nadie sabe quién dirige las fuerzas armadas de ‎Estados Unidos. Es cierto que el análisis político que hacen los firmantes de esa carta abierta es ‎digno de los tiempos de la guerra fría, pero eso no resta valor a su señalamiento: la ‎administración federal y los generales del Pentágono ya no están en la misma ‎frecuencia. ‎

El periodista estadounidense William Arkin demostró en el Washington Post que, después de los ‎atentados del 11 de septiembre de 2001, el Estado federal organizó toda una nebulosa de ‎agencias supervisadas por el Departamento de Seguridad de la Patria o Homeland Security ‎‎ [9]. Esas agencias interceptan y archivan en secreto las ‎comunicaciones de todas las personas que viven en Estados Unidos. Ahora, Arkin acaba de ‎revelar en Newsweek que, por su parte, el Departamento de Defensa creó fuerzas especiales ‎secretas no vinculadas a las que actúan portando uniformes estadounidenses [10]. ‎Esas son las fuerzas que hoy están a cargo de la aplicación de la doctrina Rumsfeld-Cebrowski, ‎sin importar quién esté en la Casa Blanca ni su política exterior. ‎

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El Pentágono se ha dotado de una fuerza especial clandestina que cuenta ‎‎60 000 efectivos. Sus miembros no aparecen en ningún documento oficial y operan ‎sin uniforme. Supuestamente destinados a luchar contra el terrorismo, en realidad ‎lo practican. Mientras tanto, las fuerzas armadas clásicas están dedicadas a luchar ‎contra Rusia y China.

En 2001, cuando el Pentágono atacó Afganistán y posteriormente Irak, lo hizo recurriendo a sus ‎fuerzas armadas clásicas –no tenía otras– y a las de su aliado británico. Pero durante la «guerra ‎sin fin» en Irak, los militares estadounidenses conformaron fuerzas yihadistas iraquíes –sunnitas ‎y también chiitas– para hundir el país en la guerra civil [11]. Una de esas fuerzas, originada en el seno de al-Qaeda, fue utilizada en Libia, en 2014, ‎bajo la denominación de Daesh. Poco a poco, esos grupos han reemplazado a las fuerzas ‎armadas de Estados Unidos para hacer el trabajo sucio que el coronel Ralph Peters describía ‎en 2001. ‎

Hoy en día, nadie ha visto soldados con uniformes estadounidenses en Yemen, Líbano o Israel. ‎El Pentágono incluso resalta mediáticamente la retirada de los que están desplegados en otros ‎países. Pero existe una fuerza especial clandestina de 60 000 efectivos –sin uniforme– cuya ‎misión es sembrar el caos en esos países a través de supuestas guerras civiles. ‎

FUENTE: https://www.voltairenet.org/article213166.html