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TODO TIENE QUE VER CON TODO.INFORMACIÓN PARA MENTES CONSCIENTES
La paz en Ucrania podría no ser la panacea. La causa del conflicto no es una supuesta voluntad expansionista de Rusia, aunque sea eso lo que afirma la propaganda atlantista, sino la existencia de problemas muy reales. Limitarse a reconocer modificaciones de fronteras no resuelve el problema de fondo.
La guerra en Ucrania es consecuencia de la expansión de la OTAN, que violó compromisos previos, y esa expansión amenaza directamente la seguridad de Rusia, país con fronteras tan extensas que se hace muy difícil defenderlas. Para extenderse hasta Ucrania, la OTAN apoyó grupos neonazis, que impusieron su ley en ese país. A ese problema básico se agrega el resurgimiento de un presunto “conflicto de civilizaciones” entre los valores europeos y los valores de los pueblos de Asia.
No habrá una paz verdadera mientras las potencias occidentales no respeten los compromisos que ya han contraído y los que pudieran contraer en el futuro.
Los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin, iniciaron oficialmente los contactos para negociar el fin de la guerra en Ucrania. Sin importar las eventuales soluciones territoriales, lo cierto es que éstas no resolverán todo el conjunto del contencioso y este persistirá probablemente más allá de un regreso a la paz.
Tres problemas diferentes se superponen en el conflicto ucraniano:
Cuando los alemanes de la República Democrática Alemana (RDA) echaron abajo, por voluntad propia, el muro de Berlín –el 9 de noviembre de 1989–, aquel hecho imprevisto tomó por sorpresa a las potencias occidentales y estas se apresuraron a negociar el fin de las dos Alemanias. Durante todo el año 1990 se planteó la interrogante de saber si con la reunificación de Alemania el territorio de Alemania del este se convertiría o no en “territorio de la OTAN”.
En 1949, cuando se firmó el Tratado del Atlántico Norte, que constituyó la OTAN, la alianza atlántica no protegía ciertos territorios de algunos de los países firmantes. Por ejemplo, las posesiones francesas del Pacífico (las islas de La Reunión, Mayotte, Wallis y Futuna, la Polinesia francesa y Nueva Caledonia) no son territorios protegidos por la OTAN. Existía, por consiguiente, la posibilidad de que, en la Alemania reunificada, la OTAN no tuviese derecho a desplegarse en el este de Alemania.
Esta cuestión es altamente importante para los Estados de Europa central y de Europa oriental que fueron agredidos por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Para las poblaciones de aquellos Estados, ver nuevos despliegues de armamento sofisticado en sus fronteras era muy inquietante, sobre todo para Rusia, cuyos 6 600 kilómetros de fronteras son extremadamente difíciles de defender precisamente debido a su extensión.
En la cumbre de Malta, realizada el 2 y el 3 de diciembre de 1989 entre el presidente estadounidense George Bush padre y el presidente soviético Mijaíl Gorbachov, Estados Unidos recalcó que no había participado en la eliminación del muro de Berlín y que no tenía intenciones de intervenir contra la URSS.
En aquella época, el ministro de Exteriores de Alemania occidental, Hans-Dietrich Genscher, declaró que «los cambios en Europa del Este y el proceso de unificación de Alemania no debían conducir a una “violación contra los intereses de seguridad soviéticos”. Por consiguiente, la OTAN debería excluir una “expansión de su territorio hacia el este, o sea un acercamiento hacia las fronteras soviéticas”». [1]
Las tres potencias aliadas ocupantes en Alemania (Estados Unidos, Francia y Reino Unido) multiplicaron entonces las promesas en cuanto a no extender la OTAN hacia el este. El Tratado de Moscú –firmado el 12 de septiembre de 1990– implica que la Alemania reunificada no reclamaría territorios en Polonia y que no habría bases de la OTAN en Alemania del este [2].
Pero los rusos descubrieron que el subsecretario de Estado, Richard Holbrooke, ya estaba viajando por toda Europa para preparar la incorporación de los antiguos miembros del disuelto Pacto de Varsovia a la OTAN.
El presidente ruso, Boris Yeltsin, amonestó entonces a su homólogo estadounidense, Bill Clinton, en la Cumbre de Budapest, el 5 de diciembre de 1994, de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE). El dirigente ruso declaró en aquella cumbre: «Nuestra actitud frente a los planes de ampliación de la OTAN, y sobre todo ante la posibilidad de que las infraestructuras avancen hacia el este, sigue siendo y será invariablemente negativa. Los argumentos del tipo: la ampliación no está dirigida contra ningún Estado y constituye un paso hacia la creación de una Europa unificada, no resisten la crítica. Se trata de una decisión cuyas consecuencias determinarán la configuración europea para los años venideros. Puede conducir [esa decisión] a un deslizamiento hacia la deterioración de la confianza entre Rusia y los países occidentales. (…) La OTAN fue creada en tiempos de la guerra fría. Hoy, no sin dificultades, [la OTAN] busca su lugar en la Europa nueva. Es importante que eso no cree dos zonas de demarcación, sino que al contrario, consolide la unidad europea. Ese objetivo, para nosotros, está en contradicción con los planes de expansión de la OTAN. ¿Por qué sembrar las semillas de la desconfianza? Después de todo, ya no somos enemigos. Ahora todos somos socios. El año 1995 marca el 50º aniversario de la Segunda Guerra Mundial. Medio siglo después estamos cada vez más conscientes de la verdadera significación de la Gran Victoria y de la necesidad de una reconciliación histórica en Europa. Ya no debe haber adversarios, vencedores ni vencidos. Por primera vez en su historia, nuestro continente tiene una posibilidad real de hallar la unidad. Dejarla pasar, es olvidar las lecciones del pasado y poner en peligro el futuro mismo.»
¿Cuál fue la respuesta del presidente estadounidense Bill Clinton? «La OTAN no excluirá automáticamente ninguna nación de la adhesión. (…) Al mismo tiempo, ningún país exterior estará autorizado a vetar la expansión.» [3]
En aquella cumbre se firmaron 3 memorándums, incluyendo uno con la Ucrania independiente. A cambio de su desnuclearización, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos se comprometían a abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de Ucrania.
Sin embargo, durante las guerras contra Yugoslavia, Alemania intervino como miembro de la OTAN, entrenó elementos armados kosovares en la base de la OTAN en Incirlik (Turquía) y posteriormente desplegó militares alemanes en el terreno.
En la cumbre de la OTAN realizada en Madrid el 8 y el 9 de julio de 1997, los jefes de Estado y de gobierno de la alianza atlántica anunciaron la preparación de las adhesiones de Chequia, Hungría y Polonia, y también se planteaban las de Eslovenia y Rumania.
Consciente de que no puede impedir que los Estados soberanos se incorporen a la alianza, pero a la vez inquieta ante las consecuencias para su propia seguridad, Rusia actúa en el seno de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE). En la cumbre de Estambul, el 18 y el 19 de noviembre de 1999, Rusia logra que se adopte una declaración que establece simultáneamente el principio de la libre adhesión de cualquier Estado soberano a la alianza de su elección y el principio que plantea que los Estados no deben adoptar medidas de seguridad en detrimento de la seguridad de sus vecinos.
En 2014, Estados Unidos organiza una “revolución de color” en Ucrania. Derroca al presidente ucraniano democráticamente electo –que quería mantener el país a medio camino entre Estados Unidos y Rusia– e instala en Kiev un régimen neonazi públicamente agresivo contra Rusia.
En 2004, Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania se habían incorporado a la OTAN. En 2009, lo habían hecho Albania y Croacia. En 2017 también se incorporaba Montenegro y en 2020 Macedonia del Norte. Más recientemente, en 2023 y 2024, se incorporaron Finlandia y Suecia. En pocas palabras, Occidente violó todas sus promesas.
Para una mejor comprensión de cómo se llegó a la situación actual, es necesario saber también qué pensaba Estados Unidos.
En 1997, el ex consejero de seguridad del presidente James Carter, el estadounidense de origen polaco Zbigniew Brzezinski, publicaba su libro The Grand Chessboard [“El gran tablero”], donde diserta sobre la “geopolítica” pero en el sentido original del término. O sea, el tema de su libro no es la influencia de los factores geográficos sobre la política internacional. Es más bien un plan de dominación global.
Según Zbigniew Brzezinski, Estados Unidos puede seguir siendo la primera potencia mundial aliándose a los europeos y aislando a Rusia. Aunque sin llegar a darles la razón, este demócrata, entonces ya jubilado, ofrece a los seguidores de las ideas de Leo Strauss una estrategia para mantener “los rusos” a raya. Brzezinski apoya la cooperación con la Unión Europea mientras que los straussianos quieren frenar el desarrollo de la UE, según la doctrina de Paul Wolfowitz. En todo caso, Zbigniew Brzezinski llega a convertirse en consejero del presidente Barack Obama.
Al inicio de la operación militar especial del ejército ruso en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin declara que el primer objetivo es desnazificar el país. Las potencias occidentales optan entonces por fingir que no conocían el problema y acusan a Rusia de exagerar algunos hechos marginales, hechos que en realidad ya se observaban a gran escala durante toda una década.
El hecho es que los dos geopolíticos estadounidenses rivales, Paul Wolfowitz y Zbigniew Brzezinski, habían establecido una alianza con los nacionalistas integristas ucranianos –o sea, con los discípulos del filósofo Dimitro Dontsov y los seguidores del nazi ucraniano Stepan Bandera [4]– durante una conferencia organizada en Washington, en el año 2000. El Departamento de Defensa de Estados Unidos ya contaba con esa alianza en 2001, cuando trasladó a Ucrania sus investigaciones sobre la guerra biológica, lo cual se hizo bajo la supervisión del Dr. Antony Fauci, en aquella época consejero de salud de Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa del presidente George Bush hijo. Fue también contando con esa alianza que el Departamento de Estado estadounidense apostó, en 2014, por la “revolución de color” denominada “EuroMaidan”.
Los presidentes ucranianos, Petro Porochenko y Volodimir Zelenski, permitieron la aparición en toda Ucrania de memoriales y monumentos en homenaje a los colaboradores ucranianos del III Reich. Tanto Porochenko como Zelenski, a pesar de ser los dos de origen judío, permitieron que la ideología de Dimitro Dontsov fuera elevada al rango de referencia histórica. Por ejemplo, la población ucraniana cree ahora que la gran hambruna de 1932-1933, durante la cual murieron entre 2,5 millones y 5 millones de personas, fue provocada deliberadamente por los rusos para exterminar a los ucranianos, una falacia que no resiste el análisis histórico serio [5], sobre todo si tenemos en cuenta que aquella hambruna asoló también muchas otras regiones de la Unión Soviética. A pesar de todo, basándose en esa mentira, Kiev ha logrado hacer creer a la población que Rusia quería invadir Ucrania. Es también agitando esa mentira que varias decenas de países, como Francia [6] y Alemania [7], han adoptado leyes o resoluciones que convierten esa propaganda en una “verdad incuestionable”.
La nazificación es más extensa de lo que puede parecer. Con la implicación de la OTAN en Ucrania, el conflicto se ha convertido en una guerra por procuración de Occidente contra Rusia. Eso ha permitido a la Orden Centuria –la sociedad secreta de los nacionalistas integristas ucranianos– ganar adeptos en los ejércitos de ciertos países de la OTAN. En el caso de Francia, la Orden Centuria ya está presente en el seno de la Gendarmería Nacional, que, dicho sea de paso, nunca hizo público su informe sobre la masacre atribuida al ejército ruso en la localidad ucraniana de Butcha.
Occidente ve erróneamente a los nazis como criminales que masacraban sobre todo a los judíos. Eso es absolutamente falso. Las principales víctimas de los nazis fueron los pueblos eslavos. Durante la Segunda Guerra Mundial los nazis asesinaron grandes cantidades de personas, inicialmente a tiros y después, a partir de 1942, en campos de concentración. Los civiles eslavos víctimas de la ideología racista de los nazis fueron mucho más numerosos que las víctimas judías –que sumaron alrededor de 6 millones si se agregan los judíos asesinados a tiros a los asesinados en los campos de concentración. En todo caso, muchas víctimas eran judíos eslavos y se contabilizan en los dos balances. Después de las masacres de 1940 y 1941, alrededor de 18 millones de personas de todas las categorías étnicas y nacionalidades fueron internadas en los campos de concentración, y al menos 11 millones fueron asesinadas allí –sólo en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau murieron 1 100 000 personas [8].
Después del periodo de la revolución bolchevique y la guerra civil estimulada desde el exterior, la Unión Soviética recuperó la unidad en 1941, cuando Josef Stalin se alió con la iglesia ortodoxa y puso fin a las masacres y las purgas para enfrentar la invasión nazi. La subsiguiente victoria sobre la ideología racial del nazismo es el elemento que consolida la Rusia de hoy. El pueblo ruso se considera el principal enemigo del racismo.
El tercer tema de discordia entre Occidente y Rusia surgió no antes sino durante la actual guerra en Ucrania. Las potencias occidentales adoptaron una serie de medidas contra lo que Rusia simbolizaba. Ciertamente se tomaron medidas coercitivas unilaterales –injustamente denominadas “sanciones”– a nivel de gobiernos. Pero también se tomaron medidas discriminatorias al nivel de los ciudadanos. En Estados Unidos, numerosos restaurantes excluyeron a los rusos y en Europa se anularon espectáculos rusos.
Simbólicamente, se ha aceptado en Occidente la idea de que Rusia no es europea sino asiática, aunque en realidad es ambas cosas. Incluso se ha repensado la dicotomía de la guerra fría, que oponía el “mundo libre” –capitalista y creyente– al espectro totalitario –socialista y ateo–, y se ha inventado una supuesta oposición entre los valores occidentales –esencialmente individualistas– y los de Asia –comunitarios.
Tras ese deslizamiento, resurgen las ideologías basadas en la raza. Hace 3 años, yo indicaba en este mismo sitio web que el 1619 Project del New York Times y la retórica woke del presidente estadounidense Joe Biden en realidad eran una reformulación invertida del racismo [9]. Hoy observo que el présidente Donald Trump hace el mismo análisis y que ha anulado sistemáticamente todas las innovaciones woke que había introducido su predecesor. Pero el mal ya está hecho: el mes pasado la reacción de Occidente ante la aparición de DeepSeek consistió en negar que los chinos hayan podido inventar esa herramienta de inteligencia artificial y afirmar que sólo han podido copiarla. Algunas entidades gubernamentales occidentales incluso han prohibido a sus empleados utilizar DeepSeek, lo cual es de hecho una manera de hacer que la gente crea en la existencia de un “peligro amarillo”.
Las negociaciones sobre Ucrania parecen dirigirse a lo que es directamente palpable para la opinión pública: las fronteras. Pero las fronteras no son lo más importante. En aras de vivir juntos tenemos que evitar amenazar la seguridad de los demás y reconocerlos como nuestros iguales. Eso es mucho más difícil y no depende sólo de nuestros gobiernos.
Desde un punto de vista ruso, el origen intelectual de los 3 problemas aquí analizados reside en el hecho que los anglosajones rechazan el derecho internacional [10]. Antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill acordaron en la cumbre del Atlántico que, después de su victoria común, impondrían su propia ley al resto del mundo. Bajo la presión de la URSS y de Francia, los anglosajones aceptaron los estatutos de la ONU… pero los violaron constantemente, obligando con ello a Rusia a boicotear la organización cuando negaron a China el puesto que le correspondía en ella. El ejemplo más evidente de la duplicidad occidental es el Estado de Israel, que pisotea un centenar de resoluciones de la Asamblea General de la ONU, del Consejo de Seguridad y de la Corte de Internacional de Justicia (CIJ).
Es por eso que, el 17 de diciembre de 2021, cuando todo el mundo veía aproximarse la guerra en Ucrania, el gobierno de Rusia propuso al gobierno de Estados Unidos [11] evitar el conflicto con la firma de un tratado bilateral que aportaba a todos garantías de paz [12].
La idea de aquel texto era, ni mas ni menos, que Estados Unidos renunciara al «mundo basado en reglas» y se alineara del lado del Derecho Internacional. Ese derecho, concebido por rusos y franceses justo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, consiste simplemente en respetar la palabra dada ante los ojos de la opinión pública.
FUENTE
https://www.youtube.com/watch?v=VHzC-zvvrqM
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=qbDELk-TpXM
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=I93YTQgUOsM
La primera consecuencia de las masacres que Israel perpetra en Gaza, en Cisjordania, en Líbano, en Siria, Irak y Yemen no es la que creíamos. En este mismo instante, los criminales que detentan el poder en Tel Aviv siguen adelante con sus planes de conquista, gracias al armamento que se les entrega. Pero hoy puede verse también un cambio fundamental. Esa transformación, se produjo primeramente en Israel mismo y en la diáspora judía, y obligó las fuerzas armadas israelíes a aceptar en Líbano un alto al fuego no escrito, mientras que Israel goza de la ayuda de Estados Unidos para reanudar los combates en Siria. Los frentes de guerra de Ucrania y Líbano se han fusionado y se han desplazado hacia Siria.
Durante los últimos años el movimiento israelí por la paz ha sido desmantelado, se ha alimentado deliberadamente la confusión que oculta la diferencia entre el antisemitismo y el antisionismo y se ha impuesto a la opinión pública la narrativa sobre el “choque de civilizaciones”. Esas 3 manipulaciones impiden ver y entender lo que sucede en el Medio Oriente.
Ya no existe el movimiento por la paz de Nahum Goldman, quien fue presidente de la Organización Sionista Mundial. El objetivo de Nahum Goldman era hacer de Israel el centro moral y espiritual de todos los judíos, un Estado neutral según el modelo de Suiza, con garantías internacionales de seguridad y con una presencia internacional simbólica permanente. Nahum Goldman, quien se opuso a que Adolf Eichmann fuese juzgado en Jerusalén en vez de ser llevado ante un tribunal internacional –juzgar a Eichmann en Jerusalén permitió a los sionistas revisionistas ocultar las relaciones que ellos habían mantenido con aquel criminal nazi–, negoció una coexistencia pacífica justa y duradera con el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser y con el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Yasser Arafat y llegó incluso a ser arrestado en Israel.
El historiador anglo-estadounidense Bernard Lewis, quien fue consejero de Benyamin Netanyahu cuando este último era embajador de Israel en la ONU, inventó en 1957, para el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, la estrategia del “Choque de civilizaciones”. Se trataba de presentar como inevitable el enfrentamiento entre la civilización occidental y las civilizaciones islámica, china, etc. para justificar las sucesivas guerras de Occidente.
En 1993, el asistente de Bernard Lewis, Samuel Huntington, un ex colaborador de los servicios secretos del régimen sudafricano del apartheid, popularizó la estrategia del “Choque de civilizaciones”, dándole la apariencia de una verdad comprobada mediante investigaciones y estudios universitarios. Dicho sea de paso, la CIA estadounidense retribuyó a Huntington por la realización de ese trabajo. Aunque el trabajo de Samuel Huntington es sólo una mezcolanza intelectualoide que no resiste el más mínimo análisis, la gran difusión que se le dio acabó por penetrar las mentes, fundamentalmente en Occidente. Esa es la teoría estúpida que Benyamin Netanyahu utiliza hoy para justificar sus guerras en «siete frentes», que serían Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Irak, Irán y Yemen. Sin embargo, en septiembre de 2014, este mismo Benyamin Netanyahu se hacía fotografiar visitando, en el Ziv Medical Center de Zefat, a 500 oficiales de al-Qaeda heridos en Siria que recibían atención médica en Israel [1]. Eso significa que para Benyamin Netanyahu es posible entenderse con yihadistas que asesinan civiles en Siria pero no con los palestinos que reclaman su propio Estado.
Nathan Sharanski [2], quien fue viceprimer ministro en el gobierno del general Ariel Sharon, concibió la narrativa según la cual no son ciertos dirigentes israelíes quienes rechazan la paz sino todo el conjunto de los palestinos. Sharanski inventó después que los revolucionarios iraníes querían echar todos los judíos israelíes al mar, a pesar de que en Irán existe toda una comunidad judía que vive allí tranquilamente y que incluso está representada en el parlamento de la República Islámica. Nathan Sharanski organizó además campañas mediáticas internacionales para sembrar la confusión entre el “nacionalismo”, el “sionismo” y el “sionismo revisionista” y acabar asimilando el antisionismo al antisemitismo –según los razonamientos de Sharanski, el diario israelí Haaretz sería “antisemita”.
En 2004, este mismo Nathan Sharanski escribía con Ron Dermer un libro, La causa de la democracia para asegurarnos que Israel es la única democracia del Medio Oriente. Ron Dermer fue después embajador de Israel en Estados Unidos (de 2013 a 2021) y en 2023 fue nombrado ministro de Asuntos Estratégicos, cargo que todavía ocupa y desde el cual organiza la lucha contra el mundialmente conocido movimiento BDS (Boicot, Desinversión, Sanciones).
Sharanski, por su parte, aún prosigue discretamente su trabajo, tanto en Estados Unidos como en Ucrania, su país natal, a través del Institute for the Study of Global Antisemitism and Policy (ISGASP o Instituto para el Estudio del Antisemitismo y de la Política). Esta asociación estadounidense cuenta con el generoso financiamiento que le aporta el ministerio israelí que dirige Ron Dermer. Fue precisamente desde el ISGASP que se orquestaron las sesiones del Congreso de Estados Unidos para forzar los responsables de las grandes universidades estadounidenses a reprimir, acusándolas de antisemitismo, las manifestaciones estudiantiles contra la masacre de civiles en Gaza.
Es evidente que Bernard Lewis, Samuel Huntington, Nathan Sharanski y Ron Dermer no son simplemente sionistas sino sionistas revisionistas.
En medio de este ambiente de mentiras generalizadas, hoy está cambiando el conjunto de las posiciones de cada comunidad en el Medio Oriente. Ese cambio es una consecuencia del intento de conquista del norte de la franja de Gaza y del sur del Líbano por parte de Benyamin Netanyahu. Poco a poco, todos los actores políticos, incluyendo a los judíos israelíes, se han dado cuenta de que las operaciones militares de Israel no tienen nada que ver con los objetivos anunciados: la liberación de los rehenes del Hamas y el regreso de los israelíes del norte del país a sus hogares en las zonas próximas a la Línea Azul. La coalición gubernamental israelí formada alrededor de Netanyahu en realidad continúa el proyecto colonial de Vladimir “Zeev” Jabotinsky (1880-1940): la creación en el Levante de un imperio que abarcaría todos los territorios entre el Nilo y el Éufrates. Ese proyecto no tiene nada que ver con el antiguo reino de Jerusalén, que no iba más allá de la ciudad sagrada y su periferia más cercana. El proyecto de los sionistas revisionistas en realidad apunta a apoderarse de todos los territorios del antiguo imperio asirio, imitando al protector de Jabotinsky, Benito Mussolini, quien pretendía restaurar el antiguo imperio romano.
Responder al desafío que representa una nueva ola fascista de conquista del Levante, ese es el sentido del discurso que el presidente sirio Bachar al-Assad pronunció en la cumbre conjunta de la Liga Árabe y la Organización de la Cooperación Islámica, realizada el 11 de noviembre en Riad. Ese es también el sentido de las palabras del director del diario israelí Haaretz, Amos Schocken, en la conferencia sobre el tema Israel After October 7th: Allied or Alone? (“Israel después del 7 de octubre: ¿con aliados o solo?”), que tuvo lugar en Londres el 27 de noviembre.
Todos los protagonistas llegan a la misma conclusión, aunque muchos de ellos evitan mencionar los vínculos de Jabotinsky y sus discípulos con los fascistas y los nazis. Pero los occidentales todavía se niegan a abrir los ojos y tratan ese conflicto si fuese un problema étnico, como si se tratara de un enfrentamiento entre judíos y árabes, en lugar de tratarlo como la cuestión política que es.
Tres elementos tienen un papel particular en el cambio que está teniendo lugar:
• La victoria en Estados Unidos del jacksoniano Donald Trump frente a la coalición straussiana reunida alrededor de Kamala Harris. El presidente electo Donald Trump quiere reemplazar las guerras militares por guerras comerciales mientras que los straussianos apuestan por el Armagedón.
• Las fuerzas armadas de Israel se mueven libremente en el espacio aéreo de los países vecinos, pero han sido incapaces de lograr victorias en el combate terrestre, se conducen como una horda indisciplinada y la mayoría de sus hombres tienen un comportamiento digno de los peores delincuentes. En el contexto de la derrota de los straussianos en Estados Unidos, Israel ya no dispone de los volúmenes de armamento que el Pentágono solía garantizarle –así lo ha reconocido el propio Benyamin Netanyahu. Y, para coronar este difícil panorama, después de ser testigos de los crímenes perpetrados contra la población de Gaza, ciertas unidades del ejército israelí están ahora al borde de la rebelión.
• La diáspora judía, que antes apoyaba a Netanyahu de manera prácticamente incondicional, ahora percibe al fin la diferencia entre el respaldo a los judíos israelíes y apoyar los crímenes del gobierno israelí. Desde que la Corte Penal Internacional (CPI) decidió inculpar a Netanyahu, el 21 de noviembre, ese siniestro personaje ha perdido el apoyo que antes obtenía rápidamente invocando los siglos de persecución contra los judíos. Numerosas personalidades judías, que hasta hace poco habían guardado silencio, ahora se apartan públicamente de los crímenes que el gobierno de Netanyahu comete en los «siete frentes» y desaprueban sus ataques contra la ONU.
El gobierno de Irán ha abandonado la estrategia del general Qassem Soleimani, caracterizada como el «Eje de la Resistencia», en virtud de la cual Teherán garantizaba su ayuda a los grupos armados que luchan contra la colonización en el Medio Oriente. El gobierno iraní se negó a apoyar la resistencia libanesa frente a la invasión israelí. Una facción iraní en el poder incluso entregó a Israel informaciones que permitieron asesinar a los principales responsables militares del Hezbollah libanés y a su líder, Hassan Nasrallah.
Al mismo tiempo, Teherán y Tel Aviv proclaman a los cuatro vientos su antagonismo y dicen estar dispuestos a acabar con el adversario. En la práctica, sin embargo, se han abstenido de asestar al otro golpes realmente contundentes [3]. Ya es evidente que existe algún tipo de arreglo secreto entre Washington, Teherán y Tel Aviv.
Mientras tanto, Teherán ha reanudado los contactos con los kurdos iraquíes. El presidente de Irán, Masud Pezeshkian, viajó a Irak en septiembre para reunirse no sólo con el clan Talabani sino también con el clan Barzani (proisraelí).
En Irak, el ayatola Alí al-Sistani, jefe espiritual de los chiitas iraquíes, intervino públicamente con un mensaje tan confuso que lo único que quedó claro es que ya no sabía qué esperar del hasta ahora aliado iraní.
En Yemen, el movimiento Ansar Allah, ya convencido del cambio de casaca de Irán, ha adoptado disposiciones especiales de seguridad para garantizar la protección de su líder, Abdul-Malik al-Huthi, y evitar que corra la misma suerte que el asesinado líder libanés Hassan Nasrallah.
En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan, fiel a su eterna costumbre, evalúa las posibilidades que tiene ante sí… evitando comprometerse. Después de un lento y prudente acercamiento al presidente sirio Bachar al-Assad, el presidente turco ha autorizado entregas de armas a los yihadistas concentrados en la región siria de Idlib, permitiéndoles así reiniciar las hostilidades contra la República Árabe Siria. Y también ha retomado las discusiones con el fundador del PKK kurdo, Abdullah Ocalan, encarcelado en Turquía desde 1999. Sea cual sea el contenido de esas conversaciones, parece poco probable que Ocalan apoye a la OTAN y a Israel como lo hacen los actuales jefes del PKK.
El cambio de casaca de Irán y el doble juego de Turquía ponen fin súbitamente a la euforia que había provocado, hace un mes, la cumbre de los BRICS en Kazán [4].
En Siria, el presidente Bachar al-Assad aportó de inmediato su apoyo a sus aliados del Hezbollah y a los libaneses en general, tras el abandono de Irán frente a la invasión israelí. Históricamente, lo que hoy conocemos como la República Libanesa era parte de Siria (una gobernación). Desde el punto de vista del presidente sirio, su país es por consiguiente responsable de la seguridad de los libaneses. Por eso no dudó en acoger inmediatamente cientos de miles de refugiados libaneses que huían de los bombardeos israelíes y en enviar armamento al Hezbollah.
En respuesta, Israel bombardeó y destruyó todas las carreteras y puentes que conectan Siria con el Líbano. Después, con ayuda de la OTAN, Israel lanzó contra la importante ciudad siria de Alepo los yihadistas concentrados en Idlib. Esos elementos han logrado ocupar parte de la ciudad. Los Guardianes de la Revolución iraníes, que debían participar en la defensa de Alepo, se retiraron sin presentar combate.
Para sorpresa de todos, los yihadistas de Idlib disponen ahora del armamento más moderno, financiado por Qatar, y de enjambres de drones, cuyos operadores son ucranianos.
Una constante en el comportamiento de los sionistas revisionistas israelíes es que se esfuerzan por destruir las pruebas materiales de sus mentiras. Por ejemplo, Benyamin Netanyahu hizo modificar los horarios en las minutas de las reuniones que sostuvo el 7 de octubre de 2023. Netanyahu esperaba que esa falsificación le permitiría negar más fácilmente su propia contribución al ataque de aquel día contra sus conciudadanos.
Los israelíes saben que Netanyahu ayudó al Hamas desde que obtuvo el cargo de primer ministro, en 2009, hasta el 7 de octubre de 2023. Netanyahu aseguraba que su estrategia consistía en favorecer al Hamas como medio de luchar contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasser Arafat. La primera decisión oficial de Netanyahu a favor del Hamas fue anular el pedido de extradición emitido contra Mussa Abu Marzuk, quien era entonces el más alto dirigente del Hamas y se hallaba detenido en Estados Unidos.
Otros hechos demostraron después que el objetivo de Netanyahu no era destruir la OLP sino impedir la creación de un Estado palestino. En 2018, cuando la Autoridad Palestina suspendió el pago de los funcionarios en Gaza, Netanyahu llegó a un acuerdo con Yahyah Sinwar, el jefe militar del Hamas en Gaza, entonces encarcelado en Israel. Inicialmente, Netanyahu entregó dinero al Hamas en secreto. Después comenzó a hacerlo oficialmente, a través de Qatar. En 4 años, Netanyahu entregó así al Hamas 2 500 millones de dólares, permitiendo a la organización construir su red de túneles y armarse. Netanyahu y el Hamas obtenían así el respaldo de los servicios secretos anglosajones, fieles a la estrategia enunciada en 1916 por el británico Herbert Samuel, cuyo hijo Edwin fue camarada de Jabotinsky. Según el británico Herbert Samuel había que lograr que el Estado judío y el Estado palestino nunca estuviesen en condiciones de garantizar su seguridad por sí mismos.
Otra constante en el comportamiento de los sionistas revisionistas es tratar de destruir las pruebas arqueológicas que contradicen su mentira. Con ese objetivo, también en 2009, la segunda decisión del entonces flamante primer ministro Netanyahu fue construir túneles debajo del “Monte del Templo” –la denominación que dan los judíos al lugar que los musulmanes llaman “la Explanada de las Mezquitas”, en Jerusalén– para dinamitar la mezquita Al-Aqsa. Ahora, durante los últimos meses, el ejército de Netanyahu emprendió la destrucción de todos los vestigios arqueológicos en el sur del Líbano, tanto los de los cruzados como los de la época otomana, e incluso trató de destruir los templos que subsisten en la región libanesa de Baalbek, el mayor santuario del imperio romano.
Netanyahu y su ejército continuaban así la labor de destrucción arqueológica que se ha cebado en el sitio arqueológico de Babilonia, durante la guerra del Golfo, y en los tesoros arqueológicos de Alepo y de Palmira, en Siria. Esa campaña de destrucción se realiza para que el reclamo de los sionistas revisionistas sobre los territorios que se extienden entre el Nilo y el Éufrates parezca legítimo.
[1] «Más de 500 yihadistas reciben atención médica en el Ziv Medical Centre de Israel», Red Voltaire, 23 de noviembre de 2015.
[2] «Natan Sharansky, ideólogo de la democratización a punta de fusil», Red Voltaire, 26 de mayo de 2005.
[3] «Mientras Israel e Irán intercambian amenazas, hay una redistribución de alianzas en Medio Oriente», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 5 de noviembre de 2024.
[4] «La Cumbre de Kazán ha cambiado el orden del mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 29 de octubre de 2024.
FUENTE: https://www.voltairenet.org/article221564.html
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=5LEb8mPyZLo
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=VD0o3bU4EAE
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=XYSbEUvXHNA
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=9dSK3pNaFJk
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=hJrwUM3nEXk
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=YfQQFYGiCrQ
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=VFtqxx4Ka4I
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=9AIIibTIOOY
FUENTE: https://www.youtube.com/watch?v=ZA6Xzru1lu8
La Cumbre del grupo BRICS, en Kazán, marca el fin de la dominación del G7 sobre el mundo. Las reglas anglosajonas que “organizaban” las relaciones internacionales serán reemplazadas progresivamente por los compromisos que cada Estado ha contraído y que tendrán que ser respetados. Esta revolución recuerda los esfuerzos de Rusia y Francia por fundar un derecho internacional, en 1899, esfuerzos torpedeados por la Conferencia del Atlántico y por el duopolio conformado por Estados Unidos y Reino Unido.
La 16ª Cumbre del grupo BRICS acaba de realizarse en Kazán (Rusia) del 22 al 24 de octubre [1]. Además de los 9 jefes de Estado y/o de gobierno de los países miembros de ese grupo, también estuvieron presentes los de otros 11 países y una veintena de Estados presentaron sus solicitudes de adhesión.
Este importante evento es resultado de la estrategia iniciada en 2009 por el presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva; el entonces presidente del gobierno de la Federación Rusa, Vladimir Putin; el primer ministro de la India, Manmohan Singh; y el presidente de la República Popular China, Hu Jintao. Esos 4 dirigentes imaginaron un sistema de relaciones internacionales, basadas en la Carta de las Naciones Unidas, que debe permitir el desarrollo de todos los países. El objetivo de aquellos 4 dirigentes no era levantarse contra el imperialismo occidental del G8 –es importante recordar que en aquel momento Rusia incluso era miembro del G8– sino explorar una nueva vía, sin los anglosajones.
Vladimir Putin desempeñó un papel central en la creación del nuevo órgano de cooperación –también tuvo un papel fundamental el zar Nicolás II en la creación del derecho internacional, en 1899 [2]. Fue Vladimir Putin quien organizó la primera Cumbre de los BRICS, en Ekaterimburgo, aunque fue el entonces presidente Dimitri Medvedev quien representó a Rusia.
Al ser entrevistado en ocasión de la Cumbre de Kazán, Vladimir Putin reafirmó, citando las palabras del primer ministro de la India, Narendra Modi, que «los BRICS no son una organización antioccidental sino no occidental».
En la declaración final de la Cumbre, los jefes de Estado y/o de gobierno de los BRICS abordan por separado 4 temas [3]:
El multilateralismo;
la cooperación para la estabilidad y la seguridad;
la cooperación económica y financiera;
los intercambios entre los pueblos.
Después de observar que, independientemente de los centros de poder occidentales, van surgiendo nuevos centros de poder, los países del grupo BRICS reafirman su apego a la Carta de las Naciones Unidas, recordando que todos los miembros del BRICS –con excepción de Emiratos Árabes Unidos, que todavía no era independiente– participaron en la redacción de la Carta. Los BRICS se pronuncian seguidamente por una reforma de la ONU y de sus agencias, para que estas se adapten al mundo actual e integren los nuevos poderes. Si bien no proponen fechas para que se concreten reformas del Consejo de Seguridad de la ONU y del Fondo Monetario Internacional (FMI), sí fijan el año 2025 para que se reformen la Organización Mundial del Comercio (OMC) y el consejo de administración del Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD).
Los BRICS consideran ilegales las medidas coercitivas unilaterales, o sea las “sanciones”, tanto políticas como económicas, que ciertos países y grupos de países imponen a otros sin contar con el Consejo de Seguridad de la ONU.
En lo tocante al medioambiente, los BRICS respaldan los trabajos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC), pero no se pronuncian sobre las conclusiones que las potencias occidentales sacan de esos trabajos. Los BRICS expresan además su profunda preocupación ante los intentos de vincular la seguridad al programa de medidas sobre el cambio climático. En otra parte de la Declaración de Kazán (§ 83), los BRICS condenan que el clima sea utilizado como pretexto para imponer medidas proteccionistas unilaterales, punitivas y discriminatorias. En cambio, apoyan la cooperación en la lucha contra los gases de efecto invernadero, de conformidad con el artículo 6 de los acuerdos de París (§ 85). No está de más recordar que la Academia de Ciencias de Rusia cuestiona la hipótesis que todos remachan en Occidente, según la cual el cambio climático es supuestamente consecuencia de la actividad humana.
En la Declaración de Kazán, los BRICS se comprometen a promover y proteger los derechos humanos, incluyendo el derecho al desarrollo y las libertades fundamentales en el marco de los principios de igualdad y de respeto mutuo. Idénticamente se comprometen a intensificar la lucha contra el racismo, contra la discriminación racial, la xenofobia y la intolerancia asociadas a los anteriores, así como la discriminación basada en la religión, en la fe o la convicción y contra todas sus formas contemporáneas en todo el mundo, incluyendo las tendencias alarmantes a los discursos de odio.
Los países miembros del grupo BRICS adoptan una posición común ante los conflictos actuales, haciendo previamente referencia a la resolución 2686 (de 2023) del Consejo de Seguridad de la ONU –que denuncia los discursos de intolerancia y de odio– y a la resolución 46/182 (de 1991) de la Asamblea General de las Naciones Unidas –sobre la ayuda humanitaria urgente. Los BRICS recuerdan igualmente la necesidad de respetar las preocupaciones legítimas y razonables de todos los países en materia de seguridad.
La Declaración de Kazán incluye seguidamente una larga lista de posiciones de los BRICS.
• Gaza (§ 30)
Los BRICS subrayan que es urgente instaurar un alto fuego inmediato, global y permanente en la franja de Gaza; liberar inmediatamente y sin condiciones a todos los rehenes y detenidos de ambos bandos que estén detenidos ilegalmente en cautiverio así como proporcionar ayuda humanitaria de forma duradera y a gran escala y poner fin a todos los actos de agresión. Sin embargo, apoyan la solución de los 2 Estados (el plan colonial inicial del británico Lord William Peel), que les parece la única solución pacífica posible.
• Líbano (§ 31-32)
Condenan «el acto terrorista premeditado» que consistió en hacer estallar bípers o buscapersonas y walkie-talkies, el 17 de septiembre de 2024. Condenan idénticamente los ataques contra el personal de la ONU, las amenazas a la seguridad de ese personal y exigen al Estado hebreo el cese inmediato de tales acciones en Líbano. Se pronuncian por un estricto respeto de la resolución 1701 (de 2006), partiendo del principio que esa resolución también se aplica a Israel y que la parte israelí tiene por consiguiente que retirarse tras la “Línea Azul” (la línea de demarcación provisional internacionalmente reconocida entre Líbano e Israel).
• Yemen (§ 33)
Los BRICS se pronuncian por la libertad de navegación, pero en vez de condenar al movimiento yemenita Ansar Allah –como lo hacen las potencias occidentales– optan por la eliminación de las causas del conflicto y respaldan el diálogo y el proceso de paz bajo los auspicios de la ONU.
• Siria (§ 34)
Los BRICS insisten en la necesidad de respetar estrictamente la soberanía y la integridad territorial de la República Árabe Siria y condenan la presencia militar extranjera ilegal en suelo sirio, la cual incrementa los riesgos de conflicto a gran escala en la región. Los BRICS subrayan que las «sanciones unilaterales» ilegales acentúan gravemente los sufrimientos del pueblo sirio. Asimismo, se pronuncian contra la ocupación israelí del Golán sirio (§ 43).
• Irán (§ 35 y 37)
Los BRICS condenan el bombardeo contra la embajada de la República Islámica de Irán en la capital de la República Árabe Siria. Por otro lado, recuerdan que el JCPoA (el acuerdo sobre la investigación nuclear iraní) contó con el aval del Consejo de Seguridad de la ONU y que Estados Unidos no puede simplemente retirarse de ese acuerdo como lo hizo.
• Ucrania (§ 36)
El grupo BRICS subraya que todos los Estados deben actuar de manera coherente con los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas (la cual muestra la justeza de la interpretación rusa del conflicto) y ven con satisfacción las propuestas pertinentes de mediación y de buenos oficios (presentadas por China, Sudáfrica y la India), tendientes a lograr un arreglo pacífico del conflicto mediante el diálogo y la diplomacia.
• Sudán (§ 40)
Los BRICS condenan el ataque, por parte de las tropas del presidente Abdel Fattah al-Burhan, contra la residencia del jefe de misión de la embajada de Emiratos Árabes Unidos, ataque registrado el 29 de septiembre de 2024 y comparable al ataque perpetrado por Israel contra la embajada de Irán en Siria. Asimismo, llaman a la proclamación de un alto al fuego inmediato, permanente e incondicional entre los dos bandos enfrascados en la pugna por el poder en Sudán.
• Afganistán (§ 42)
Los Estados miembros del grupo BRICS defienden el principio de un Estado independiente, unido y pacífico, exento de terrorismo, de guerra y de droga. Subrayan que es necesario suministrar al pueblo afgano ayuda humanitaria urgente e ininterrumpida y proteger los derechos fundamentales de todos los afganos, incluyendo a las mujeres, las niñas y los diferentes grupos étnicos, lo cual implica la abrogación de todas las prohibiciones efectivas en relación con los estudios en los niveles secundario y superior de la enseñanza.
• Desarme (§ 43-46)
Los BRICS se pronuncian, de conformidad con la proposición de Irán, por acelerar la aplicación de las resoluciones sobre la creación de una zona libre de armas nucleares y de otras armas de destrucción masiva en el Medio Oriente (lo cual implica la desnuclearización de Israel).
También se pronuncian, a pesar de la oposición de Estados Unidos. por la prevención de una carrera armamentista en el espacio.
• Terrorismo (§ 47-49)
Los BRICS rechazan todo intento tendiente a politizar cuestiones vinculadas a la lucha contra el terrorismo y el uso de grupos terroristas para alcanzar fines políticos. Subrayan que el grupo BRICS es la única organización que ha demostrado su eficacia en la lucha contra el terrorismo (alusión directa a las operaciones secretas de Estados Unidos y Reino Unido). Asimismo, los BRICS se pronuncian por la rápida adopción de la Convención General sobre el Terrorismo Internacional en el marco de las Naciones Unidas.
• Criminalidad transnacional (§ 50-53)
Impulsados por Rusia, los BRICS abordan las cuestiones de la droga, de la criminalidad internacional y de la corrupción fortaleciendo una respuesta represiva coordinada contra tales actividades.
Los BRICS estudian, en primer lugar, la necesidad de disponer de un órgano de compensación para el intercambio de sumas de dinero entre sus miembros (sin tener que recurrir al sistema SWIFT, creado por las redes stay-behind de la OTAN) y de un sistema de seguros capaz de ofrecer garantías al transporte de mercancías (sin tener que recurrir a las aseguradoras anglosajonas ni a firmas bajo control indirecto de las compañías anglosajonas).
En la Declaración de Kazán, los BRICS no abordan el comercio desde el ángulo del libre intercambio ni de los derechos de aduana, sino en función de la seguridad, de la resiliencia, la estabilidad y la eficacia de las cadenas de suministro. Desde hace un año, los BRICS han emprendido la aplicación de un programa (PartNIR) tendiente a armonizar y coordinar el uso de la informática en la economía y en el comercio de los miembros del grupo.
En el ámbito de la lucha contra las enfermedades, los BRICS, aunque reconocen el trabajo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), están desarrollando su propio sistema de alerta y de ayuda entre los miembros del grupo y sus socios.
En el sector de la propiedad intelectual, conscientes de que los derechos de autor y las patentes son actualmente la principal fuente de ingresos de las potencias anglosajonas (en lugar de su producción real o financiera), los BRICS tienen intenciones de restaurar los equilibrios de ese sistema, pero no valorizando los ingresos sino mediante la lucha contra las falsificaciones. También se plantean multiplicar la cooperación en los programas de investigación, de desarrollo y de innovación en sectores como la biomedicina, las energías renovables, las ciencias espaciales y astronómicas, así como en las ciencias oceánicas y polares.
Los BRICS se plantean principalmente luchar contra la ideología anglosajona de la “guerra de civilizaciones” a través de dos programas de la ONU: el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y la Alianza de Civilizaciones. Los miembros del grupo BRICS quieren incrementar los intercambios entre sus pueblos a través de los medios de difusión, de la cultura, de la educación, el deporte, las artes, las relaciones entre los jóvenes de sus países, entre los miembros de la sociedad civil de cada uno de ellos, mediante la diplomacia pública y los intercambios universitarios.
Los BRICS se oponen así a un significativo retroceso. El concepto de “guerra de civilizaciones”, elemento fundamental del discurso del presidente estadounidense George Bush hijo, parecía haber caído en el olvido. Pero ha vuelto a ponerse de moda con la candidatura presidencial de la vicepresidente Kamala Harris, que cuenta con el respaldo de los neoconservadores. En realidad se trata de una variante falsamente ilustrada del viejo discurso violento de los años 1930-1945, que plantea que en aras de sobrevivir los occidentales no tienen otra opción que eliminar a los demás.
Esta Cumbre de los BRICS tuvo lugar mientras el mundo es testigo, en vivo y en directo, de 2 operaciones israelíes de limpieza étnica: una en la franja de Gaza y otra en el sur de Líbano. Simultáneamente, la Operación Militar Especial rusa para poner en aplicación en Ucrania la resolución 2202 del Consejo de Seguridad de la ONU (los Acuerdos de Minsk) se desarrolla de manera favorable a Rusia. El ejército ucraniano no sobrevivirá al invierno y todas las medidas coercitivas unilaterales, o sea las llamadas “sanciones” occidentales, han fracasado. Desde el punto de vista de la “guerra de civilizaciones”, los árabes de Gaza y los rusos de Ucrania “amenazan” a Occidente y deben ser eliminados.
Participar en el grupo BRICS se ve, por consiguiente, como una forma de rebelión contra el “orden mundial” anglosajón. Precisamente por eso, resulta decepcionante el retroceso del presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, quien no se atrevió a viajar a Kazán y se hizo representar en la Cumbre por su ministro de Exteriores, Mauro Vieira, a pesar de que Brasil es miembro fundador del BRICS. También es cierto que Brasil ya está profundamente implicado en el grupo ya que la ex presidente de Brasil Dilma Roussef, derrocada durante una operación orquestada en su país por Estados Unidos e Israel, preside actualmente el Nuevo Banco de Desarrollo creado por los BRICS.
También es decepcionante la actitud del príncipe Mohamed Ben Salman, heredero del trono de Arabia Saudita, quien optó en el último momento por evitar tomar partido por uno de los dos bandos y no viajó a Kazán, olvidando que su gran aliado, Emiratos Árabes Unidos, es ahora miembro del grupo BRICS y que su presidente, el jeque Mohamed ben Zayed Al-Nahyan, sí estaba presente en la Cumbre de Kazán.
Rusia escogió Kazán, la capital de Tartaristán, como sede de la Cumbre porque esta dinámica ciudad es un ejemplo elocuente tanto de la integración de los musulmanes a la Federación Rusa como de la capacidad del gobierno central de Rusia para delegar sus poderes.
En el plano económico, la Cumbre de Kazán avanzó en la desdolarización del comercio internacional. Los BRICS se dirigen hacia un patrón monetario numérico. En Kazán se habló de los caminos posibles hacia el establecimiento de una autoridad fiscal común, entre los caminos mencionados estuvieron la creación de un tribunal para el arbitraje de eventuales litigios económicos entre los países miembros del BRICS y la idea de abrir una bolsa cerealera. También se habló de establecer una infraestructura independiente de pago y de depósitos internacionales (BRICS Clear). Último punto, los BRICS avanzan en la creación de un sistema de tarjeta de pago denominado BRICS Pay, que incluso fue presentado en la Cumbre de Kazán. El funcionamiento de BRICS Pay parece relativamente clásico, la tarjeta BRICS Pay debería permitir la realización de pagos en moneda local mediante el uso de un código QR que retiraría el pago de una cartera electrónica alimentada a través de la aplicación BRICS Pay, a la que el usuario puede asociar una tarjeta electrónica Visa, MasterCard o Mir. El desafío consiste en que los países miembros sean capaces de participar en la creación de una moneda colectiva logrando a la vez que cada uno de ellos conserve intacta su soberanía.
La Cumbre de Kazán mostró, sobre todo, en el plano político, que los BRICS rechazan las cambiantes “reglas” occidentales, reglas que el G7 fija en dependencia de a quién se aplican. Los BRICS prefieren el respeto de los compromisos contraídos, o sea el Derecho Internacional.
Los países del «Sur global» –expresión utilizada en oposición al llamado «Occidente colectivo»– están totalmente conscientes de que las potencias occidentales no tienen el menor reparo en violar descaradamente los compromisos y tratados que algún día firmaron. Los occidentales consideran que, en nombre de la democracia, un jefe de Estado o de gobierno electo puede simplemente denunciar un tratado firmado por su predecesor mientras que los demás Estados, que ellos consideran “regímenes dictatoriales”, siguen estando obligados a cumplirlo. Por ejemplo, durante su mandato presidencial, Donald Trump, sacó a Estados Unidos del JCPoA (el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán), un acuerdo que su predecesor, Barack Obama, había negociado por mucho tiempo. Exactamente de la misma manera, el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tampoco se consideró obligado a respetar 2 documentos firmados por su amigo Barack Obama, el de Estambul (firmado en 1999 [4]) y la resolución 2202 (de 2015) sobre los Acuerdos de Minsk. Así que Biden afirma que Rusia invadió Ucrania «injustificadamente» y en violación de la Carta de las Naciones Unidas, cuando en realidad existen numerosos textos anteriores que demuestran que Rusia es la única potencia garante de los Acuerdos de Minsk que ha seguido al pie de la letra el contenido de los acuerdos que firmó [Alemania y Francia también habían firmado los Acuerdos de Minsk como potencias garantes. Nota de la Redacción].
En el plano económico, el Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de proceder a una revisión de sus sistemas de cálculo y ahora pone el PIB ruso en cuarta posición, detrás de China, de Estados Unidos y de la India. Eso significa que el PIB de la Federación Rusa se ha incrementado bruscamente en un 23%, abandonando el 48º lugar mundial.
Sin embargo, más allá de las realidades económicas –los BRICS representan un 37% del PIB mundial y casi la mitad de la población del planeta (un 45%), mientras que el G7 sólo representa hoy un 29% del PIB mundial y un 10% de la población mundial.
La Cumbre de Kazán ha abierto los ojos a muchos miopes. El mundo ha cambiado y ya no está a las órdenes de Washington y Londres.
[2] «¿Cuál orden internacional?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 7 de noviembre de 2023.
[3] «XVI° sommet des BRICS: Déclaration de Kazan», Réseau Voltaire, 24 de octubre de 2024.
[4] «Document d’Istanbul», OSCE, 1999.
FUENTE: https://www.voltairenet.org/article221437.html